Entre trabajadores de primera línea se están produciendo casos de estrés, ansiedad y trastornos del sueño.
Un médico del Hospital Comarcal de la Marina Baixa, tras su turno de 12 horas, salió del centro y nada más entrar en su coche rompió a llorar sin durante todo el camino hacia su casa: había tocado fondo. En el siguiente turno volvió a ocurrirle, y en el siguiente ... La pandemia de la covid está pasando factura entre el personal sanitario de la provincia, cuyas consultas por problemas de salud mental se han disparado y amenazan con dejar secuelas. Así lo reconocen decenas de profesionales que se han visto desbordados tanto a nivel profesional, sino también a nivel personal y psicológico: los ha aislado durante meses de familiares, amigos, seres queridos, aficiones...; en definitiva, de sus principales vías de escape, por miedo a exponer al resto a un posible contagio. También han visto muchas muertes y muy de cerca, de pacientes a los que poco o nada pudieron ayudar, generando frustración, tristeza, rabia, e impotencia, difíciles de gestionar. No sabían cómo manejar una situación que era desconocida, mientras que muchos de sus compañeros estaban cayendo, y no sabían cómo tratar a los pacientes que no paraban de ingresar... El Departamento de Salud de la Marina Baixa fue pionero durante la primera ola poniendo en marcha un servicio de apoyo psicológico a sus trabajadores de primera línea, que ha recuperado hace poco a la vista de la tercera ola, con servicios de consultas individuales, terapias grupales de relajación y apoyo telefónico para sanitarios de baja o en cuarentena. El volumen de sanitarios que solicitaron ayuda se fue incrementando, hasta llegar a atender a una media de 33 profesionales diarios. La mayoría con ansiedad, estrés, sintomatología o rasgos de depresión o problemas de insomnio severos. Existen estudios que identifican estos trastornos de salud mental como otra de las curvas de la pandemia; en este caso, las menos visible. Y aunque su incidencia está afectando a la población general más que en cualquier otra crisis, se ceba especialmente con el personal sanitario: 28,1% de los sanitarios sufrieron depresión; un 22,5%, trastorno de ansiedad; casi uno de cada cuatro, pánico; el 22,2%, estrés postraumático; y un poco más del 6%, abuso de sustancias. Además de a los profesionales del propio Hospital, el servicio de apoyo psicológico del Marina Baixa también ha sido solicitado por enfermos que estaban hospitalizados por la covid y que temían por lo que les podría pasar, así como por sus familiares. «Lo más duro es ver la soledad de la gente. Hay veces que un paciente fallece y tú intentas estar con ellos, darles la mano, pero tú no eres su familia, nada es igual». Fuente: R. Pagés
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Nos gusta hacer regalos y recibirlos, y durante estas fechas navideñas ello se dispara. Sin embargo, a veces no acertamos con el regalo apropiado por falta de empatía, porque no nos ponemos en el lugar de la otra persona, según Current Directions in Psychological Science.
“La gente intercambia regalos para fortalecer las relaciones y hacer feliz a los demás”. Mientras que una parte quiere sorprender e impresionar olvidando las preferencias y necesidades de la otra, ésta valora que el obsequio sean útiles, versátiles y provechosos, o que simplemente sea de su gusto. Nuestra psicología cambia según el rol que desempeñemos en el acto de regalar. Los regalos intangibles o de experiencia, como una cena o entradas a un evento, son apreciados porque establecen una conexión emocional. Sin embargo, el precio o el tiempo empleado en elegir un regalo no aseguran el éxito. La persona que regala piensa que el obsequio:
Fuente: EFE/Sergei Chirikov Nuestra sociedad tiende a condenar el talento y el éxito ajeno, haciéndonos menos libres de lo que pensamos por sentirnos condicionados por el ambiente, que genera miedo a ser discordante de un grupo.
Ello nos lleva lleva a ponernos obstáculos para continuar el camino de la mayoría. Las personas afectadas suelen tener una autoestima baja y falta de confianza en sí mismas, que les lleva a evaluarse según las valoraciones de su propio entorno y no según sus propias apreciaciones. Este síndrome pone de manifiesto, por una parte nuestra falta de autoestima y de confianza en nosotros mismos, creyendo que nuestro valor como personas depende de lo mucho o lo poco que la gente nos valore; damos demasiada importancia a lo que los demás opinen de nosotros. Y por otra, constata que seguimos formando parte de una sociedad en la que se tiende a condenar el talento y el éxito ajenos, por lo que muchas personas ocultan sus cualidades y capacidades. Prefieren quedarse en una zona gris antes que enfrentarse al criterio de la mayoría. Quienes lo padecen normalmente tienden a: • Tener baja autoestima. • Ser inseguros y tener poca confianza en sí mismos. • Ser tímidos y muy complacientes con los demás. • Ser dependientes. • Infravalorarse y sobrevalorar a los demás. • Ser indecisos y pedir demasiados consejos a las personas de su entorno. Si además se une la envidia a dicho complejo (lo cual no siempre se produce), los síntomas que podemos encontrar son: • Abuso de su autoridad, si la tienen. • Necesidad de destacar los defectos ajenos. • Se sienten fracasados al compararse con los demás. No es fácil aceptar que estamos siendo absorbidos por la mayoría, que hemos perdido oportunidades de realizar algo que deseábamos o que nos hemos visto obligados a hacer otras. Pero si nos sentimos atrapados en las opiniones de los demás, aterrados ante las etiquetas que nos puedan colgar y amargados por el camino escogido, es necesario ser valientes para cambiar nuestro presente. Dejar de obsesionarnos por el qué dirán. Detrás de este tipo de conductas se esconde la envidia. La Real Academia Española define este sentimiento como “deseo de algo que no se posee”, lo que provoca “tristeza o desdicha al observar el bien ajeno”. La envidia surge cuando nos comparamos con otra persona y concluimos que tiene algo que nosotros anhelamos. Es decir, que nos lleva a poner el foco en nuestras carencias, las cuales se acentúan en la medida en que pensamos en ellas. Así es como se crea el complejo de inferioridad: de pronto sentimos que somos menos porque otros tienen más. Así somos incapaces de alegrarnos de las alegrías ajenas. De forma casi inevitable, éstas actúan como un espejo donde solemos ver reflejadas nuestras propias frustraciones. Sin embargo, reconocer nuestro complejo de inferioridad es tan doloroso, que necesitamos canalizar nuestra insatisfacción juzgando a la persona que ha conseguido eso que envidiamos. Solo hace falta un poco de imaginación para encontrar motivos para criticar a alguien. Para superar este Síndrome hay que dejar de demonizar el éxito ajeno y comenzar a admirar y aprender de las cualidades y las fortalezas que han permitido a otros alcanzar sus sueños. Por ello, la envidia puede llegar a ser una maestra que nos revela los dones y talentos innatos que todavía tenemos por desarrollar. En vez de luchar contra lo externo, utilicémosla para construirnos por dentro. Fuente: I. Badia Las agresiones de hijos o hijas hacia sus progenitores aumentaron ligeramente el año pasado respecto a 2018 en la Comunitat Valenciana, pero en el caso de Alicante se han duplicado.
Ello implica un grave problema social, ya que se estima que sólo se denuncian los casos más graves, entre un 10% y un 15% del total. La media de edad de los jóvenes agresores es de 15 años y medio y la de los progenitores es de 46 años y medio. El 30,5% no tiene hermanos; el 74 % había disminuido su rendimiento escolar; el 64,3 % presenta algún tipo de adicción y casi un 41% ha sido testigo de algún tipo de violencia. Entre el 50% y 80% de violencia filio-parental es perpetrada por los hijos varones En la violencia filio-parental el agresor es un niño, púber o adolescente que no sobrepasa los 18 años y que depende íntegramente de sus víctimas, que están obligado a las labores de cuidado y educación de su mismo agresor. Esta violencia es una epidemia que ha crecido a un ritmo más alto, que los accidentes de tráfico, las agresiones sexuales y los robos. De hecho, la familia es el foco de violencia más destacado de nuestra sociedad y que la prevalencia de los delitos, en este contexto, se incrementara exponencialmente respecto a décadas pasadas significa que no se denunciaba como en la actualidad. Existen tres tipos de conductas violentas: - La psicológica (verbal, no verbal y emocional) como: ignorar a los progenitores, humillar, denegar el afecto, expresiones no verbales de desprecio o degradación, retirar el afecto, romper y golpear objetos para amedrentar, amenazar, mentir, insultar, culpabilizar, manipular, ausentarse de casa sin avisar, omisión de ayuda, coaccionar e intimidar (pegar patadas a puertas, pared, lanzar objetos, esgrimir cuchillos o romper cristales). - La económica restringe las posibilidades de ingresos/ahorro de los progenitores por medio de robos, venta o destrucción de objetos, generación de deudas (móviles, juegos, compras) y utilización de tarjetas bancarias. Daños económicos que deben asumir los progenitores. La violencia económica va acompañada de la psicológica en conductas como: amenazas, mentiras, chantaje emocional, extorsión, coerción y manipulación, básicamente. - La física puede producir daño corporal causando heridas por medio de objetos, armas o partes del cuerpo para propinar patadas, bofetones, golpes y empujones. Todo ello comporta, a su vez, el psicológico-emocional (humillación, impotencia, desamparo). La mayoría de los niños y adolescentes violentos sienten una profunda aversión a ser supervisados o guiados por sus progenitores y, en algunos casos extremos, por cualquier otro adulto responsable. Los ataques contra los progenitores se producen, normalmente, cuando hay un desacuerdo entre éstos y el hijo, porque la madre y/o el padre hacen algo que trastorna al joven agresor (por ejemplo: fijarle límites, darle una reprimenda por ingerir alcohol en exceso o castigarle por mal comportamiento en la escuela), ante lo que los menores responden incrementando en intensidad y frecuencia su conducta violenta, lo que les hace optar por la persuasión, la aceptación o la comprensión del hijo. Sin embargo, e inesperadamente, el menor no solo ignora estos gestos conciliadores, sino que reacciona con mayor desdén. Siendo en este momento cuando los padres y madres llegan a comprender que sus manifestaciones de conciliación o de sumisión (tal y como las ve su hijo), comportan un incremento en las exigencias del niño o adolescente. Fuente: Fundación Amigó ![]() La depresión es el trastorno mental más frecuente en personas mayores y la principal causa de discapacidad en el mundo. Es un importante problema de salud, no solo por empeorar la calidad de vida sino también porque incrementa el riesgo de padecer otras enfermedades crónicas como las cardiovasculares, aumenta el uso de los servicios sanitarios, reduce la adherencia a los tratamientos médicos y aumenta el riesgo de muerte. Se trata de un estado sufrimiento que conduce a una pérdida progresiva de energía, agotamiento emocional y pérdida de interés por la vida. Las personas mayores pasan la mayor parte del día sentados, ya sea viendo la televisión, leyendo, usando el ordenador, escuchando música, etc. Este sedentarismo aumenta el riesgo de enfermedad cardiovascular, diabetes, cáncer y obesidad, así como la posibilidad de ser hospitalizado o incluso morir. La Ciencia ya había informado que las personas adultas jóvenes que pasan más tiempo sentadas tienen un mayor riesgo de depresión, pero pocos estudios habían evaluado en las mayores. Personal investigador de la Universidad Autónoma de Madrid (UAM) realizó un estudio donde se observó que las mujeres que más tiempo pasaban viendo la televisión desarrollaban más síntomas de depresión. Sin embargo, las que pasaban más tiempo sentadas realizando actividades con mayor esfuerzo intelectual (leer o trabajar con el ordenador) presentaron un menor número de síntomas depresivos. Igualmente, realizar actividades físicas como caminar o hacer bricolaje contrarresta los efectos negativos del sedentarismo sobre la salud mental. Fuente: Intramed ![]() Nuestra sociedad está experimentando cambios con la pandemia que afectan a nuestras vidas. Tras el confinamiento que comenzó en marzo de 2010, la ciudadanía volvió a salir a la calle llevando una mascarilla que cubre más de la mitad de la cara. No ver el rostro completo de las personas con las que interactuamos nos afecta psicológicamente consistente en una sensación de extrañeza y vulnerabilidad ante nuestra imagen social porque todavía estamos en proceso de acostumbrarnos a llevar la cara tapada. También se puede dar cuando no llevamos puesta la mascarilla y nos sentimos expuestos o, como el término indica, con la "cara vacía". Ello tienen mucho que ver con "el miedo al contagio y a que nuestra vida corra peligro, y también el no poder ver a las personas porque se distrae la atención por la falta de costumbre de ver solo media cara". Las personas sentimos siete emociones básicas: amor, alegría, miedo, rabia, tristeza, asco y sorpresa. Y todo el mundo las expresa de igual manera. Con la mascarilla se pierde parte de la transmisión de estas emociones, por lo que es importante transmitir verbalmente lo que sentimos para comunicarnos con los demás". Así, al cubrir el tercio inferior del rostro nos perdemos mucha información.Como consecuencia, es posible que perdamos habilidades sociales e incluso se vea dañada nuestra inteligencia emocional. "En el caso de los niños se puede ver afectado el desarrollo en el sentido de que sea poco efectivo o incluso defectuoso. No le afecta a todo el mundo por igual, depende de la personalidad y vulnerabilidad de cada uno, y de cómo nos haya ido desde marzo hasta ahora". Son posibles las consecuencias relacionales porque es difícil "poner en marcha las neuronas espejo, responsables de la empatía, faltándonos tanta información del rostro". No desarrollamos la empatía de la misma manera y a veces es necesario transmitir verbalmente que estamos enfadados porque sino "puede ser complicado que la otra persona se de cuenta". Existen también las consecuencias cognitivas, que están referidas a "las expectativas, qué va a suceder y qué me quiere decir el otro o cómo se siente", y las conductuales que pueden resultar en que la persona huya de contextos sociales y comience a construir relaciones que se mantienen únicamente a través de internet. Si tenemos problemas identificando emociones en personas que llevan mascarilla, lo mejor es "fijarnos en la información que tenemos y no la que nos falta". En caso de que la cosa se complicase mucho en una persona "habría que trabajar las habilidades sociales y la inteligencia emocional". Fuente: EILA R. FILGUEIRAS ![]() La fatiga pandémica es la sensación de apatía, desmotivación y agotamiento mental que sufre una persona, y cuyo origen está en el impacto que ha causado el coronavirus en su vida. Afecta la salud emocional de millones de personas en el mundo, no solamente a quienes se contagiaron. 9 de cada 10 personas se han visto afectadas a nivel psicológico, ed decir, prácticamente toda la población en algún momento de esta pandemia, ya sea durante el confinamiento o después, ha padecido situaciones de soledad intensa, miedo, ha desarrollado alguna fobia, ha padecido ansiedad, ha tenido trastornos del sueño, ha roto su relación, ha superado una enfermedad o un duelo por una pérdida de un ser querido... La incidencia del virus ha sido grande y un porcentaje de la población se ha visto afectada por la enfermedad en sí, pero también que la huella psicológica ha recaído en prácticamente toda la población La pandemia mundial de COVID-19 afecta y afectará nuestras vidas para siempre. El registro de lo traumático comenzó a manifestarse en los seres humanos como ansiedad, pánico y diferentes formas de congoja y tristeza. El temor y la ansiedad con respecto a una enfermedad pueden ser agobiantes y generar emociones fuertes, tanto en adultos como en niños.La causa de la fatiga pandémica está en los cambios en el estilo de vida relacionados con las cuarentenas parciales o totales, la ansiedad producida por el miedo a contagiarse, las constantes noticias de las desgracias causadas por la enfermedad, el temor a perder el trabajo, la soledad causada por la falta de contacto con amistades y familiares o la sensación de desesperanza que nos hace preguntarnos: ¿cuándo se va a acabar esta pesadilla? La fatiga pandémica se caracteriza por sentirse mentalmente agotado, indefenso, triste, preocupado, frustrado e irritable, cambios que pueden causar trastornos del sueño, del apetito y la concentración mental, además de nerviosismo, irritabilidad, falta de motivación para hacer las cosas que a uno le gustan, y querer apartarse de los demás. La Universidad de California en Los Ángeles da algunos consejos para ver el futuro con más optimismo y que esta dañina fatiga pandémica no afecte negativamente nuestra salud mental.Primero, cuidar el cuerpo con un estilo de vida saludable. Ejercicio diario, comer saludablemente, establecer una rutina de sueño saludable. Para fortalecer el sistema inmunológico. Segundo, limitar el consumo de noticias para evitar agotar las fuerzas. Tercero, reducir el estrés. Realizar actividades que calmen o den alegría pueden reducir el nivel de estrés. Por ejemplo, aprender ejercicios de respiración, practicar yoga, dar paseos en el campo, leer o ver comedias. Cuarto, conéctarte con los demás. Los humanos somos sociales por naturaleza. Estar solo y sentirse aislado puede aumentar el estrés y la desesperanza. Teniendo cuidado de limitar el contacto físico con personas extrañas al hogar, el hacer llamadas telefónicas, videoconferencias, chatear en las redes sociales, escribir cartas o asistir a servicios religiosos en línea pueden ayudar. Quinto, aceptar las emociones. Sexto, intentar el diálogo interno positivo. Tratar de no pensar en lo que va a pasar. Séptimo, crear nuevas rutinas de vida. Por ejemplo, reservar un momento del día para hacer algo placentero. El gran peligro de la fatiga pandémica es que una población fatigada es más propensa a relajarse y descuidarse cuando el punto máximo inicial de la epidemia disminuya. Los mensajes de las autoridades que antes eran efectivos, como insistir en el lavado de manos, el uso de mascarillas o el distanciamiento físico, ya no calan igual. Y cuando la situación lleva a restricciones del todo o nada, “es más probable que las personas se rindan fácilmente y vuelvan a comportamientos muy peligrosos”, según la OMS. En este caso, la OMS recomienda seguir una serie de sugerencias para que la población pueda superar esta sensación y revitalizar el apoyo a las medidas sanitarias de prevención:
![]() La felicidad es el objetivo de las personas y ésta se puede encontrar en muchos ámbitos. De hecho, según
![]() Estamos viviendo una segunda epidemia como es la ansiedad y la depresión, propiciadas por la Covid-19 y acentuada por su segunda ola, que no parece tener fin. Según la encuesta del Servicio de Psiquiatría y Psicología del Hospital Clínic de Barcelona entre más de 5.000 participantes dos semanas después del confinamiento total del país, el 65% de la población aseguró que padecía ansiedad o síntomas depresivos. Según otro estudio elaborado, entre abril y junio por la consultora Affor entre más de un millar de participantes, el 42% de los trabajadores sufre síndrome de ansiedad, el 27,73% describe que su salud ha empeorado a causa de la crisis sanitaria, y el 67,58% asegura que requeriría realizar una valoración detallada desde el área de salud ocupacional ante este tipo de inquietud y abatimiento. En el caso del personal docente, el 54%, padece algún trastorno de este tipo en su vuelta a las clases. El escenario ha empeorado desde entonces: los rebrotes aumentan a diario, las comunidades autónomas realizan cierres perimetrales, se imponen toques de queda, cierres de la hostelería, se limitan las reuniones familiares y sociales, y países como Francia y Alemania, toman medidas drásticas de confinamiento total. A esto se añaden otros factores, como el temor a sufrir contagio o superar la enfermedad, preocupación por los mayores, miedo laboral, en caso de pérdida del trabajo o de empeoramiento de la situación económica, además del ritmo intenso que suponen el teletrabajo o la teleducación. Todo ello propicia las enfermedades mentales, que poco a poco se van apoderando de la mermada calidad de vida y de la salud mental de la ciudadanía. “Es una respuesta habitual cuando se impide hacer vida normal, lo preocupante es cuando el problema es patológico. La covid nos está afectando de pleno. Es algo nuevo, desconocido que genera respeto, porque además no tiene límite, sigue estando ahí”. Uno de los colectivos más afectado, emocionalmente agotado, son los sanitarios: asi lo manifiesta el 80%. Otro factor que influye en el desánimo es la expectativa que había puesta en la vacuna, algo que parecía inminente. Ya lo advirtió la semana pasada, en el ámbito económico, el presidente de Bankia, José Ignacio Goirigolzarri, durante su exposición en el Congreso Directivos CEDE, donde aseguró que la solución del tratamiento está “creando una expectativa que ya veremos si se hace realidad, y pensar solo en la vacuna nos hace fatalistas”. Para el ejecutivo, lo importante es focalizarse en otras capacidades y prioridades, como salvar vidas y crear puestos de trabajo. De la misma opinión es el presidente de Mercadona, Juan Roig, que en el mismo escenario aseguró que para salir de esta crisis hay que “hablar menos de la vacuna y apoyarse en las fortalezas y no en las debilidades”. Todo esto se puede trasladar al ámbito individual. Porque una vacuna, “tarda mucho en descubrirse, siempre hay mucha incertidumbre sobre la solución, lo que provoca este tipo de decaimiento, agudizado por el drama de la economía y por el hecho de que el ser humano es gregario, cuando te aíslan te meten el miedo en el cuerpo”. Todos estos impactos generados por la epidemia hacen que las personas sean cada vez más vulnerables. “Se tiene miedo a la repercusión económica que puede tener todo esto en nuestras vidas, a los cambios en la situación laboral, a los ERTE, esto genera diferentes trastornos, además de la hipocondría, que es una preocupación excesiva por la salud, como los ataques de pánico, la agorafobia, el miedo a salir de casa... Fuente: P. Alvarez ![]() Según el presidente de IMF Business School, "es importante el conocer y dominar el uso de las nuevas tecnologías, y saber desenvolvernos sin éstas. Vivimos en un mundo cada vez más digitalizado y es necesario encontrar una relación entre el uso y consumo de las nuevas tecnologías que no nos afecten ni provoquen dependencia o estrés". Desactivar las notificaciones, borrar apps de poco uso, evitar poner alarmas de despertador o alejarse del 'smartphone' en algunos momentos del día son algunas recomendaciones para evitar la adicción al móvil, que padecen una de cada cuatro personas. Una excesiva dependencia al teléfono móvil, está creando nuevos términos como la 'nomofobia', el miedo a salir de casa sin el móvil, o el 'phubbing', que consiste en prestar más atención al móvil que a las personas. Para evitar el "estrés tecnológico", conviene, por ejemplo, "resucitar el despertador" tradicional en lugar de la alarma del móvil. "Así, evitaremos que la pantalla sea lo primero y lo último que veamos cada día. De hecho, el brillo de la pantalla momentos antes de irnos a dormir puede provocar insomnio". Otra recomendación consiste en desactivar las notificaciones con sonidos o vibración, porque "ayuda a consultar menos el teléfono móvil". "No llevar el móvil encima ayuda a evitar la tentación de revisar si tenemos algún mensaje, me gusta o comentario, frecuentemente. Podemos empezar a practicar mientras comemos, alejando el móvil y disfrutando de la comida y la compañía; lo cual ayudará a reducir el estrés tecnológico", porque la "ansiedad" que puede provocar la tentación de "mirar nuestro 'smartphone' a cada rato" se reduce con el tiempo. Del mismo modo, desinstalar "esas apps que tenemos instaladas en el móvil y que no usamos" aminora las ganas de mirar el teléfono. Fuente: IMF Business School |
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