Nuestra percepción del tiempo depende de los ritmos biológicos y de las experiencias de duración, a través de varios relojes en nuestro cerebro, cada uno especializado en medir un rango de duración.
Por otra parte, la atención que prestamos a los eventos también es un factor importante para el funcionamiento de nuestro reloj cognitivo.
La relación entre la percepción del tiempo y nuestras emociones también ocurre en sentido inverso, es decir, las emociones influyen en cómo percibimos el tiempo. Experimento: unas personas que tenían que saltar desde 15 plantas de altura a una red, para después decir cuánto había durado el salto (Stetson, Fiesta & Eagleman, 2007): estimaron que el salto duró tres veces más de lo que realmente duró (tres segundos). Las emociones intensas distorsionan significativamente nuestra sensación del paso del tiempo afectando a nuestro reloj cognitivo. La percepción del tiempo implica la actuación coordinada de una red de estructuras cerebrales, tanto subcorticales (ganglios de la base y cerebelo, zonas de nuestro cerebro primitivo relacionadas con el control de los movimientos), como zonas de la corteza cerebral, cuya estructura clave está en la parte frontal. Justamente, la parte frontal del cerebro, importante para la percepción del tiempo, es la que más inmadura se encuentra en los niños, y no tienen una percepción del tiempo ajustada a la realidad. De hecho, suelen decir que no dedican tanto tiempo a jugar con pantallas.
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Santiago CherbitPsicologo Archives
Enero 2021
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