Nuestra sociedad tiende a condenar el talento y el éxito ajeno, haciéndonos menos libres de lo que pensamos por sentirnos condicionados por el ambiente, que genera miedo a ser discordante de un grupo.
Ello nos lleva lleva a ponernos obstáculos para continuar el camino de la mayoría. Las personas afectadas suelen tener una autoestima baja y falta de confianza en sí mismas, que les lleva a evaluarse según las valoraciones de su propio entorno y no según sus propias apreciaciones. Este síndrome pone de manifiesto, por una parte nuestra falta de autoestima y de confianza en nosotros mismos, creyendo que nuestro valor como personas depende de lo mucho o lo poco que la gente nos valore; damos demasiada importancia a lo que los demás opinen de nosotros. Y por otra, constata que seguimos formando parte de una sociedad en la que se tiende a condenar el talento y el éxito ajenos, por lo que muchas personas ocultan sus cualidades y capacidades. Prefieren quedarse en una zona gris antes que enfrentarse al criterio de la mayoría. Quienes lo padecen normalmente tienden a: • Tener baja autoestima. • Ser inseguros y tener poca confianza en sí mismos. • Ser tímidos y muy complacientes con los demás. • Ser dependientes. • Infravalorarse y sobrevalorar a los demás. • Ser indecisos y pedir demasiados consejos a las personas de su entorno. Si además se une la envidia a dicho complejo (lo cual no siempre se produce), los síntomas que podemos encontrar son: • Abuso de su autoridad, si la tienen. • Necesidad de destacar los defectos ajenos. • Se sienten fracasados al compararse con los demás. No es fácil aceptar que estamos siendo absorbidos por la mayoría, que hemos perdido oportunidades de realizar algo que deseábamos o que nos hemos visto obligados a hacer otras. Pero si nos sentimos atrapados en las opiniones de los demás, aterrados ante las etiquetas que nos puedan colgar y amargados por el camino escogido, es necesario ser valientes para cambiar nuestro presente. Dejar de obsesionarnos por el qué dirán. Detrás de este tipo de conductas se esconde la envidia. La Real Academia Española define este sentimiento como “deseo de algo que no se posee”, lo que provoca “tristeza o desdicha al observar el bien ajeno”. La envidia surge cuando nos comparamos con otra persona y concluimos que tiene algo que nosotros anhelamos. Es decir, que nos lleva a poner el foco en nuestras carencias, las cuales se acentúan en la medida en que pensamos en ellas. Así es como se crea el complejo de inferioridad: de pronto sentimos que somos menos porque otros tienen más. Así somos incapaces de alegrarnos de las alegrías ajenas. De forma casi inevitable, éstas actúan como un espejo donde solemos ver reflejadas nuestras propias frustraciones. Sin embargo, reconocer nuestro complejo de inferioridad es tan doloroso, que necesitamos canalizar nuestra insatisfacción juzgando a la persona que ha conseguido eso que envidiamos. Solo hace falta un poco de imaginación para encontrar motivos para criticar a alguien. Para superar este Síndrome hay que dejar de demonizar el éxito ajeno y comenzar a admirar y aprender de las cualidades y las fortalezas que han permitido a otros alcanzar sus sueños. Por ello, la envidia puede llegar a ser una maestra que nos revela los dones y talentos innatos que todavía tenemos por desarrollar. En vez de luchar contra lo externo, utilicémosla para construirnos por dentro. Fuente: I. Badia
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Santiago CherbitPsicologo Archives
Noviembre 2020
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