En ocasiones tenemos heridas emocionales sin cicatrizar que nos hacen sentirnos víctimas en el presente con el consiguiente desequilibrio emocional.
Suelen provenir del tipo de relación que tuvimos con las personas, padres y madres, de las que dependimos durante la infancia, que nos aportó la seguridad para crecer. Si en la infancia nos percibimos, en algún momento, como personas rechazadas o no deseadas, pensaremos que no somos dignas de ser queridas, y habremos crecido con la autoestima baja, por lo que buscaremos la aprobación de las demás personas. Para compensar esta autoestima, buscaremos la perfección en lo que hagamos para conseguir el reconocimiento de las personas que nos importan. Como creeremos que si nos equivocamos nos juzgarán negativamente, que equivale a un nuevo rechazo, es probable que tendamos a evitar exponernos a través del aislamiento con una actitud huidiza. Probablemente tenderemos a crearnos un mundo imaginario, donde pasar gran parte del tiempo y con pocas amistades porque la soledad nos resultará cómoda. También nos costará comprometernos afectivamente para evitar el posible rechazo y sentirnos “asfixiados”.
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Santiago CherbitPsicologo Archives
Noviembre 2020
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