En el momento de tomar una decisión, por meditada y racional que parezca, la mente tiende a favorecer una opción sobre otra por motivos emocionales.
A nivel popular popular, el cálculo racional constituye la base de las decisiones sensatas: la emoción sólo interfiere con el buen juicio. Sin embargo, el conocimiento y el razonamiento solos no suelen ser suficientes para tomar buenas decisiones: la emoción cumple un papel importante. Según A. Bechara (Universidad de California del Sur), "aunque la gente crea que las emociones quitan racionalidad, la evidencia neurológica dice lo contrario: son protectoras y están al servicio del mejor interés" de quien decide. "Cuando se afronta un resultado muy incierto, o desconocido, confiar en la intuición y en las emociones es la mejor estrategia". "Cualquier decisión que carezca de un elemento emocional (por ejemplo, la impresión de si es buena o mala) tendría consecuencias negativas". Según A. R. Damasio "los sistemas emocionales proporcionan un conocimiento valioso, implícito o explícito, para tomar decisiones eficientes y rápidas". La creencia de que las buenas decisiones surgen sólo de las mentes frías y sin emoción, es un mito El pensamiento lógico está siempre presente cuando se dispone de toda la información: son decisiones en situación de certeza. En la realidad hay muchas situaciones con distintos niveles de incertidumbre en las que decidir supone un riesgo. Es entonces cuando intervienes los sistemas emocionales ayudando al pensamiento lógico. La emoción no siempre ayuda a decidir cuando es perturbadora. Una mala noticia en el momento de tener en cuenta una opción u otra puede influir negativamente en el resultado. Fuente: G. Esquivada
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Santiago CherbitPsicologo Archives
Noviembre 2020
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