Frecuentemente la manera en que somos queridos y queremos a las personas cambia. Y cuesta asumir que hay que encontrar otra forma de relación.
La opción de ruptura suele llegar cuando “se requiere de la otra persona, no solo como pareja; si no como compañero, amigo o apoyo”, y nos damos cuenta de que nuestras expectativas no se corresponden con la realidad. Por ejemplo: 1. Pérdida de la confianza mutua. Porque la confianza en la otra persona nos aporta una seguridad para desarrollarnos. 2. Pérdida de signos de complicidad en la relación; como si sus caminos se hubieran separado. 3. Existencia de una dinámica tóxica, en la que las personas parecen perderse y de la que ya no saben cómo salir, para dejar de hacerse daño a través de la agresividad, la falta de respeto, las dependencias, etc. 4. Una de las personas o ambas no desea cambiar. Son frecuentes los casos en los que una de las dos, o las dos, argumentan que “la que tiene que cambiar es la otra persona, yo así estoy bien y no tengo problemas”. 5. Los proyectos de vida dejaron de parecerse y parecen incompatibles, porque con el tiempo las perspectivas de vida cambian. La posibilidad de que puede que no queramos lo mismo da miedo y, a veces, a la gente le cuesta apercibirse de ello. 6. El sexo es dañino. En lugar de una forma de unirse, de sentirse plenos y de conectar, se convierte en una forma de utilizar al otro o de hacerle sentir mal. 7. El amor se ha acabado. No siempre somos dueños de los sentimientos propios y mucho menos de los ajenos. Por ello, a veces es tan simple como que el amor se acabó, al menos, para una de las partes.
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Santiago CherbitPsicologo Archives
Noviembre 2020
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