Las agresiones de hijos o hijas hacia sus progenitores aumentaron ligeramente el año pasado respecto a 2018 en la Comunitat Valenciana, pero en el caso de Alicante se han duplicado.
Ello implica un grave problema social, ya que se estima que sólo se denuncian los casos más graves, entre un 10% y un 15% del total. La media de edad de los jóvenes agresores es de 15 años y medio y la de los progenitores es de 46 años y medio. El 30,5% no tiene hermanos; el 74 % había disminuido su rendimiento escolar; el 64,3 % presenta algún tipo de adicción y casi un 41% ha sido testigo de algún tipo de violencia. Entre el 50% y 80% de violencia filio-parental es perpetrada por los hijos varones En la violencia filio-parental el agresor es un niño, púber o adolescente que no sobrepasa los 18 años y que depende íntegramente de sus víctimas, que están obligado a las labores de cuidado y educación de su mismo agresor. Esta violencia es una epidemia que ha crecido a un ritmo más alto, que los accidentes de tráfico, las agresiones sexuales y los robos. De hecho, la familia es el foco de violencia más destacado de nuestra sociedad y que la prevalencia de los delitos, en este contexto, se incrementara exponencialmente respecto a décadas pasadas significa que no se denunciaba como en la actualidad. Existen tres tipos de conductas violentas: - La psicológica (verbal, no verbal y emocional) como: ignorar a los progenitores, humillar, denegar el afecto, expresiones no verbales de desprecio o degradación, retirar el afecto, romper y golpear objetos para amedrentar, amenazar, mentir, insultar, culpabilizar, manipular, ausentarse de casa sin avisar, omisión de ayuda, coaccionar e intimidar (pegar patadas a puertas, pared, lanzar objetos, esgrimir cuchillos o romper cristales). - La económica restringe las posibilidades de ingresos/ahorro de los progenitores por medio de robos, venta o destrucción de objetos, generación de deudas (móviles, juegos, compras) y utilización de tarjetas bancarias. Daños económicos que deben asumir los progenitores. La violencia económica va acompañada de la psicológica en conductas como: amenazas, mentiras, chantaje emocional, extorsión, coerción y manipulación, básicamente. - La física puede producir daño corporal causando heridas por medio de objetos, armas o partes del cuerpo para propinar patadas, bofetones, golpes y empujones. Todo ello comporta, a su vez, el psicológico-emocional (humillación, impotencia, desamparo). La mayoría de los niños y adolescentes violentos sienten una profunda aversión a ser supervisados o guiados por sus progenitores y, en algunos casos extremos, por cualquier otro adulto responsable. Los ataques contra los progenitores se producen, normalmente, cuando hay un desacuerdo entre éstos y el hijo, porque la madre y/o el padre hacen algo que trastorna al joven agresor (por ejemplo: fijarle límites, darle una reprimenda por ingerir alcohol en exceso o castigarle por mal comportamiento en la escuela), ante lo que los menores responden incrementando en intensidad y frecuencia su conducta violenta, lo que les hace optar por la persuasión, la aceptación o la comprensión del hijo. Sin embargo, e inesperadamente, el menor no solo ignora estos gestos conciliadores, sino que reacciona con mayor desdén. Siendo en este momento cuando los padres y madres llegan a comprender que sus manifestaciones de conciliación o de sumisión (tal y como las ve su hijo), comportan un incremento en las exigencias del niño o adolescente. Fuente: Fundación Amigó
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Santiago CherbitPsicologo Archives
Noviembre 2020
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