![]() Según el cuento ¿Dónde están las monedas? de Joan Garriga Bacardí, 2006 Una noche tuvo un sueño que tenemos alguna vez: recibía unas monedas de sus padres y sintió una sensación de calor en su pecho de alborozo sereno y alegre. Decidió visitar a sus padres. Y mirándolos a los ojos, les dijo: — En sueños me habéis dado unas monedas, me siento feliz y vengo a daros las gracias; son las monedas que necesito y las que merezco para recorrer mi propio camino. Al oír esto, los padres, que como todos se engrandecen con el reconocimiento de sus hijos, se sintieron aún más grandes y generosos. En su interior sintieron que aún podían seguir dando a su hijo, porque la capacidad de recibir amplifica la grandeza y el deseo de dar. Y dijeron: — Ya que eres tan buen hijo puedes quedarte con todas las monedas, porque te pertenecen. Puedes gastarlas como quieras y no necesitas devolverlas. Son tu legado, único y personal. Entonces el se sintió también grande y pleno. Se percibió completo y rico y pudo dejar en paz la casa de sus padres. A medida que se alejaba, sintió que andaba con fuerza, recorriendo el camino de su vida, que resultaba sereno, gozoso, en sintonía con su espíritu y su naturaleza personal, aunque no exento de los pesares naturales de la vida. Encontró y se vió acompañado por socios, amigos, parejas, vecinos, compañeros, colaboradores y adversarios durante un trecho, más largo o más corto, o durante toda la vida. En ocasiones miraba atrás hacia sus padres y recordaba con gratitud las monedas recibidas. Y cuando observaba el transcurso de su vida, miraba a sus hijos o recordaba todo lo conseguido en el ámbito personal, familiar, profesional, social o espiritual, aparecía la imagen de sus padres y se daba cuenta de que todo aquello había sido posible gracias a ellos y que con su éxito y logros les honraba. Otra noche, otra persona tuvo el mismo sueño, porque todos tenemos este sueño, alguna vez. Venían sus padres y le entregaban unas monedas y sintió una una agria inquietud, por una sensación de tormento y malestar. Al despertar, aún agitada, sentía algo de queja, resentimiento y confusión decidió ir a la casa de sus padres. Al llegar allí, mirándolos de soslayo les dijo que habían venido en sueño y para darle unas monedas y se sentía vacío y herido. Vuestras monedas no son buenas ni suficientes. No son las que merezco ni las que me corresponden. Así que las rechazo porque mi camino sería demasiado pesado o triste y no lograría ir lejos. Y los padres que, como todos los padres, empequeñecen y sufren cuando no tienen el reconocimiento de sus hijos, aún se hicieron más pequeños. Con desazón y congoja pensaron que aún podían dar menos a este hijo porque ante la dificultad para tomar y recibir, la grandeza y el deseo de dar se hacen pequeñas y languidecen. Guardaron silencio, confiando en que, con el paso del tiempo y la sabiduría de la vida, se corregiría el rumbo de su hijo. Tras pronunciar estas palabras, se sintió más fuerte que nunca: la fuerza que surge de la oposición a los hechos y a las personas. Sin serenidad interior, abandonó la casa de los padres diciéndose a sí misma: — Nunca más. Impetuosamente fuerte y también vacío, huérfano y necesitado, aun deseándolo, no lograba la paz. A medida que se alejaba de la casa de sus padres sentía que sus pies se elevaban mientras abría los ojos de manera que parecía que miraba siempre lo mismo, un horizonte fijo y estático. Desarrolló una sensibilidad especial y cuando encontraba a alguien a lo largo de su camino, sentía una gran esperanza, que le hacía preguntarse: — ¿Será esta persona la que tiene la monedas que me corresponden y que no cogí de mis padres porque no supieron dármelas con justicia? Si la respuesta que se daba a si misma era afirmativa, resultaba fantástico: era maravilloso. Cuando el enamoramiento acababa convirtiéndose en una relación y la relación duraba lo suficiente, descubría que el otro no tenía lo que le faltaba, aquellas monedas que no había cogido de sus padres. — ¡Qué pena!, se decía y se quejaba de su mala suerte, culpando al destino: el desengaño que generaba frustración y enfado. Para bien o para mal, en este momento podía estar esperando a un hijo y la desazón se volvía más dulce y esperanzadora. Y la pregunta volvía a su inconsciente: — ¿Será este hijo que espero, tan bien amado, quien tiene las monedas que merezco, que necesito y que me corresponden y que no cogí de mis padres? Cuando se contestaba que sí, era maravilloso y empezaba a sentir un vínculo especial con su hijo, pleno de expectativas y anhelos. Normalmente, con el tiempo, la mayoría de los hijos desean tener una vida propia e independiente de sus padres. Esta persona comprende un día que tampoco su hijo tiene las monedas, sintiéndose más vacía, huérfana y desorientada que nunca se desespera. Ningún argumento la sostiene ya, ninguna razón la calma y grita: —¡AYUDA! Y acude al terapeuta, que la recibe, la mira y le dice: — Yo no tengo las monedas. Porque había visto en sus ojos que seguía buscando las monedas en el lugar equivocado. Las personas quieren cambiar, pero les cuesta dar su brazo a torcer por tozudez y costumbre. Y piensa: "amo y respeto mejor a mis pacientes cuando puedo hacerlo con sus padres y con su realidad tal como es. Los ayudo cuando soy amigo de las monedas que les tocan, sean las que sean". — Pero sé dónde están y podemos trabajar para que descubras cómo conseguirlas. Colabora con la persona hasta que ve que durante muchos años ha tenido problemas para “ver” claramente y reenfoca su mirada para percibir la realidad desde una perspectiva coherente con los propósitos de su vida. Un día llega el paciente y comparte su descubrimiento: — Sé dónde están las monedas: siguen con mis padres. Primero solloza, luego llora abiertamente. Después surge el alivio, la paz y la sensación de calor en el pecho. ¡Por fin! Y se dirige de nuevo, como lo hizo hace años atrás a la casa de sus padres. Los mira a los ojos y les dice: — Vengo a deciros que estos últimos años de mi vida no vi con claridad y lo siento. Ahora vengo a deciros que aquellas monedas que recibí de vosotros en sueños son las mejores monedas posibles. Son suficientes para seguir mi propio camino y son las monedas que me corresponden. Os lo agradezco y las cojo con gusto. Ahora los padres, que como todos los padres se engrandecen a través del reconocimiento de sus hijos, vuelven a florecer y el amor y la generosidad fluyen de nuevo con facilidad. Así el hijo ahora es plenamente hijo, porque puede tomar y recibir. Los padres le miran sonrientes, con ternura y contestan: — Ya que eres tan buen hijo puedes quedarte con todas las monedas, puesto que te pertenecen. Puedes gastarlas como quieras y no es necesario que nos las devuelvas. Son tu legado, único, propio y personal, para ti. Puedes tener una vida plena. Ahora este hijo se siente grande y pleno. Se percibe completo y rico y puede dejar la casa de los padres con paz. A medida que se aleja sentía su cuerpo asentado en la tierra hacia un camino claro y un horizonte esperanzador. Había dejado el resentimiento, el victimismo o el exceso de conformidad. Se acercó a la persona de la que se enamoró creyendo que tenía las monedas y le dijo: — Durante mucho tiempo tuve un problema de visión y ahora que lo veo claro te digo que lo siento, fueron demasiadas las expectativas que puse en ti. Deseo que el amor que nos tuvimos siga fluyendo. Ahora tengo mis propias monedas Después les dijo a sus hijos: — Podéis tomar todas las monedas de mí, porque ya soy una persona rica y completa. Entonces los hijos se tranquilizaron y se sintieron libres para seguir su propio camino con sus propias monedas. Al final de su largo camino se sentó y miró aún más allá, repasando lo vivido, lo amado, lo sufrido, lo construido y lo maltrecho. A todo y a todos logra darles un buen lugar en su alma. Los acoge con dulzura y piensa: Todo tiene su momento en la vida: el de llegar, el de permanecer y el de partir. Una mitad de la vida es para subir la montaña y gritar a los cuatro viento: "Existo". La otra mitad es para el descenso hacia donde todo es desprenderse, alegrase y celebrar. La vida tiene sus asuntos y sus ritmos sin dejar de ser el sueño que soñamos.
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Santiago CherbitPsicologo Archives
Enero 2021
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