Según nacemos necesitamos desarrollar una relación con al menos una persona que nos cuide para nuestro desarrollo social y emocional.
El objetivo biológico es la supervivencia, y el mental es la seguridad. De bebés lo hacemos todo para sentirnos personas queridas, y nos apegamos a las personas adultas sensibles y receptivas, que nos cuidarán de seis meses a dos años de edad, aproximadamente. Según el científico especializado en la infancia J. Bowlby, en la niñez se mantiene con su cuidador un sistema de apego, con patrones de emocionales y conductuales, que motiva buscar la proximidad con las figuras parentales. Durante las primeras 8 semanas de vida, sonreímos, balbuceamos y lloramos para atraer la atención de las personas que nos cuidan y de cualquier persona que esté cerca. De 2 a 6 meses, aumenta nuestra capacidad para distinguir entre personas conocidas y desconocidas, y aumenta nuestra receptividad a la cuidadora; siguiendo y aprendiendo comportamientos. El apego se desarrolla entre 6 meses y 2 años, porque la conducta intenta conseguir el sentimiento de seguridad, manteniendo la proximidad y protestando ante el abandono. Cuando empezamos a gatear y a caminar, utilizamos las figuras de apego (personas conocidas) como una base segura para explorar, sabiendo que siempre contamos con ellas. La respuesta parental refuerza los estados emocionales potenciadores y atenúa los limitantes, a través de dar protección, que a tener un sentimiento de seguridad importante. En el sistema de apego las conductas no verbales son las más importantes:
Es decir, los elementos músculo-esqueléticos y viscerales de las emociones y de los sentimientos. Los juegos son uno de los medios más importantes para ello: Hasta los 6 meses:
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Santiago CherbitPsicologo Archives
Noviembre 2020
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