Es frecuente que nos planteemos grandes objetivos difusos, haciendo que casi imposible saber ni cómo, ni por dónde empezar.
Por ejemplo, "mi objetivo es... ser feliz". ¿Pero cómo es ser feliz? ¿Qué significa para mí ser rico? ¿Cómo sabré que alcancé mi objetivo? Es poco útil plantearnos generalidades como ser rico, o ser feliz si no concretamos para nosotros lo que significan esas palabras y que tengan sentido. Todo objetivo debe consistir en pequeños retos y logros, que nos lleven hasta la meta deseada. Por ejemplo, un objetivo muy popular es conseguir el éxito. Pero el éxito significa cosas diferente en función de las personas. Para algunas implica ganar mucho dinero (¿cuánto?), rodearse de lujos (¿cuáles?), viajar (¿dónde?) o poder dedicarse a lo que le gusta (qué). Al igual que plantearnos los objetivos que guíen nuestra vida requiere de una elaboración mental compleja, centrarlos con respecto a nosotros mismos requiere precisión. Una recreación mental de lo que representa para cada persona su objetivo es muy útil. ¿Cómo nos veremos cuando lo hayamos conseguido? ¿Dónde estaremos? ¿Con quién estaremos? ¿Cómo nos sentiremos? ¿Qué aspecto tendremos? ¿A qué hemos estado dispuestos a renunciar para vernos así? ¿Cuándo lo habremos logrado? ¿Qué de gente nos rodea? ¿Qué obligaciones tendremos? ¿Qué sensaciones experimentaremos en ese momento? Convendrá que seamos conscientes de que cualquier cambio en nuestras vidas afectará a nuestro mundo, de manera que no sólo habrá ventajas... Fuente: S. Rolland
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Santiago CherbitPsicologo Archives
Noviembre 2020
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