![]() Hemos experimentado el miedo en algún momento porque es una emoción básica, cuya función es la supervivencia. Cuando percibimos un peligro, se activa el miedo a modo de alarma para huir o luchar, activando reacciones fisiológicas en el cuerpo a través de la amígdala, el hipocampo, el sistema nervioso simpático y el sistema adreno-cortical, que libera las “hormonas del estrés”: adrenalina y noradrenalina. De esta manera el metabolismo se acelera para que el cuerpo pueda realizar esfuerzos extremos: · el corazón late con rapidez para llevar sangre y oxigenar los órganos, · la respiración será más rápida y superficial para incrementar la disponibilidad de oxígeno · los músculos se tensan para correr o facilitar el enfrentamiento físico · las pupilas se dilatan para que la retina capte más luz y podamos detectar posibles vías de escape. En ocasiones esta alarma se activa sin que exista un peligro real al que se pueda hacer frente huyendo o luchando, como por ejemplo un despido o una situación de estrés intenso. Los cambios fisiológicos se producirán igualmente, no servirán de nada y nos preocuparán porque notaremos que · nos late el corazón deprisa · estamos respirando superficialmente y cierto mareo por la oxigenación · estamos temblando por la tensión muscular intensa · tenemos ganas de hacer “algo”, como salir de donde estamos y huir. En función de nuestra interpretación de lo que nos esté pasando, podrá prolongarse y amplificarse el miedo; por ejemplo, cuando pensamos que estamos sufriendo un accidente cardíaco, que nos estamos ahogando o que nos vamos a desmayar. Lo que termina por convencernos de que, efectivamente, existe un peligro, generando así una espiral de activación de síntomas que puede llevar a una crisis de ansiedad. Fuente: A. G. Fariñas
0 Comments
Leave a Reply. |
Santiago CherbitPsicologo Archives
Enero 2021
Categories |